Los jóvenes en el parlamento podrán limpiar la cara de la podredumbre de la casta política En 1907, uno diría
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Puesta online a las 15:55, el 19 de Septiembre del 2014
Los jóvenes en el parlamento podrán limpiar la cara de la podredumbre de la casta política
En 1907, uno diría casi hoy, la oligarquía, que devino en plutocracia, con muy buena voluntad quiso rendirles un homenaje a los jóvenes estudiantes por su buen desempeño y solidaridad con ocasión del terremoto en Valparaíso, en 1906. Cualquier semejanza con la incorporación de talentosos jóvenes de “Un Techo para Chile” a las candidaturas del bipolio, no es más que una mera coincidencia que sólo seres muy mal intencionados pueden encontrar. En esos tiempos el teatro principal era El Municipal; los palcos se remataban a las mejores familias plutocráticas; en la platea se instalaron los ministros, que duraban apenas cuatro meses en su cargo, los senadores, los diputados y uno que otro corredor de la Bolsa. En esta historia de premiación, con muy mal criterio, los ilustres caballeros de Chile enviaron a los jóvenes a la horqueta, o si ustedes quieren, al “gallinero”. Fue tal la indignación de los homenajeados que comenzaron a gritar consignas contra los señores; en esos tiempos se respetaba mucho a las personas mayores, imagínense el escándalo que este hecho provocó. Ese mismo día nació la Federación de Estudiantes de Chile, la FECH, cuyo valor simbólico es tan importante que Salvador Allende eligió su sede para pronunciar el discurso del triunfo, el 4 de septiembre de 1970.
Comprendo que mucha gente tenga vagos recuerdos de la generación juvenil de los años 20, bástenos saber que de este preclaro grupo salió el mejor poeta y premio Nóbel, Pablo Neruda, el novelista Manuel Rojas – a mi modo de ver, nuestro mejor narrador-, además de José Santos González Vera, un tímido y genial ácrata.
En 1905, los dos mejores críticos sociales del período, Luís Emilio Recabarren y Alejandro Venegas habían sufragado por Pedro Montt creyendo que el hijo de don Manuel iba a reformar, radicalmente, el régimen plutocrático parlamentario, pero fueron defraudados, pues el gobierno de Pedro Montt terminó en una masacre, en la Escuela Santa María de Iquique, y en los peculados de su ministro del Interior, Rafael Sotomayor.
La ideología de los jóvenes de 1920 era amplia y plural: había anarquistas- su mayoría- otros socialistas, algunos positivistas, además de estar marcados por un pacifismo anti militarista y confesarse anticlericales y un tanto voltairianos; no faltaban los tolstoyanos, como Fernando Santiván y Augusto D`Halmar; podríamos decir que era una izquierda libertaria y plural.
El héroe juvenil fue el poeta Domingo Gómez Rojas, que se suicidó en el siquiátrico, al ser injustamente mandado a prisión por un juez venal y corrompido, José Astortiza. Mario Góngora, en su ensayo histórico sobre “La noción de estado en Chile, en los siglos XIX y XX” es quien más ha aportado al conocimiento de esta brillante generación. El capítulo de donde he sacado las siguientes citas, se llama “La rebeldía juvenil universitaria y la generación del año 20”. El periódico de la generación llevaba el nombre de “Claridad”, periódico semanal de sociología, arte y actualidades. En el No.5, según Góngora, la Federación planteaba “la socialización de las fuerzas productivas y, consecuentemente, el reparto equitativo del producto del trabajo común, y por el reconocimiento efectivo del derecho de cada persona a vivir plenamente su vida intelectual y moral.
En el No.9, del 11 de diciembre de 1920, los jóvenes golpeaban a los conformistas con proféticas palabras: “Sea Ud un cobarde. Así, redondamente. Y no crea que se lo digamos para atraerle a este un cartel. No, simplemente: Ud está leyendo esto, sea quien fuere. ¿Te has fijado cómo vive?, ¿Qué hace todos los días? Calla cuando le conviene. Se arrima siempre al más fuerte. Opina como todo el mundo. ¿Cuándo ha levantado su voz ante la infamia escandalosa que lo rodea?” Góngora, 1986:117). No voy a extenderme más en las citas, pues las he utilizado en otros artículos.
En el No.11, del 10 de enero de 1921, esta juventud la emprende contra el Parlamento: “Nos referimos a los gestores administrativos y a los agricultores analfabetos, a los arribistas de la “clase media” y a los viñateros inmorales, a los aristócratas ignorantes y a los no menos incultos representantes de las clases populares. Debidamente representados en el Parlamento de Chile está –sin duda alguna- el 50% ó 60% de analfabetos de nuestra población. Pero no ocurre lo mismo con los inmorales: tienen una representación superior a la que honradamente les corresponde”. (Góngora, 1986:120). Los jóvenes también criticaban a Arturo Alessandri: “El gobierno del amor con el baldón de San Gregorio”.
Es cierto que esta generación intelectual e inquieta fue minoritaria y, algunos de ellos, posteriormente, se convirtieron en burgueses, pero no siempre el número de adherentes tiene valor en la historia: estos jóvenes dejaron un legado de rebeldía, que puede ser revalorizado en nuestros días, pues a veces los valores simbólicos y los aportes en ideas suelen ser más asertivos que el solo hecho de una mayoría electoral.
“El balance patriótico”, de Vicente Huidobro, que cito en un artículo anterior, corresponde a agosto de 1925, cuando se había cumplido el derrumbe de la república plutocrática, a mi modo de ver, anunciado proféticamente por los críticos del Centenario. Vicente Huidobro fue candidato presidencial y contó con el apoyo de Marmaduke Grove, fundador del Partido Socialista; logró tan pocos que ni siquiera aparece en el recuento electoral de 1927. Es cierto que el “Balance patriótico es un poco ofensivo para los viejos, pero no se refiere a los viejos lindos y valiosas, que loa hubo por docenas en nuestra historia republicana, sino a la plutocracia que se negaba a soltar el poder – tal como ocurre hoy-. Este es el sentido de mi reseña del texto del gran poeta creacionista.
Personalmente no creo en las luchas entre generaciones: hay jóvenes muy avejentados y viejos muy jóvenes; tampoco creo en la vulgaridad que quien no es revolucionario cuando joven, no tiene corazón, y quien no es conservador cuando viejo, no tiene cabeza. Es cierto que, en el caso de nuestra historia, muchas de las generaciones revolucionarias han terminado siendo burguesas, pero siempre hay otros que actúan al revés: es el caso de mi abuelo y de mi padre, los dos Rafaeles, que pasaron, el primero de conservador a padre de La Falange Nacional y, el segundo, de falangista a cristiano por la liberación. Como dijo mi madre en su sepelio, “murió con su corazoncito en la izquierda”.
Lo que yo planteo, en el caso de mi abuelo y de mi padre, es que nosotros, los viejos, debemos dar el ejemplo de generosidad para acompañar a los jóvenes en una revolución no violenta, con el lápiz y la cédula electoral, que implante un nuevo régimen político y electoral, basado en una Constitución refrendada en un plebiscito, que contenga elementos de democracia directa y de un régimen representativo semipresidencial, que pueda liberar a la sociedad chilena del rapto perpetrado por el bipolio.
Hay muchos viejos valiosos, algunos de ellos fallecidos, que marcarán el camino de esta revolución no violenta. Pienso en Fernando Vives Solar, maestro de San Alberto Hurtado y de Clotario Blest; dos falangistas como Jaime Castillo Velasco y Bernardo Leigthon, socialistas como Clodomiro Almeida y Salvador Allende, y tantos otros. Pienso que citar a algunos es un tanto mezquino, pues es evidente que la república chilena, que murió el 11 de septiembre de 1973, aportó miles de políticos probos, que adornaron nuestro Parlamento.
Hay dos episodios, uno de mi abuelo y otro de mi padre, que podrían ser indicativos del acompañamiento y desprendimiento frente al poder que creo que nosotros, los viejos de ahora, podemos tener ante la revolución no violenta protagonizada, no sólo por la juventud, sino también por la sociedad civil. Mi abuelo, Rafael Luís Gumucio Vergara, en una de las tantas proclamaciones de la juventud conservadora, sufrió un ataque al corazón en medio de un encendido discurso, en el cual manifestó “que importa que este viejo corazón deje de latir cuando habrá miles de corazones jóvenes que continuarán latiendo; de mi padre recuerdo cuando enfrentó, en la Junta Nacional de Peñaflor, al presidente Eduardo Frei Montalva, de tú a tú, como correspondía a fundadores de la Falange, y fue sacada en andas por los jóvenes de la Democracia Cristiana.
Es posible que ambos movimientos, la DC y el Mapu, hayan terminado en el bipolio, sin embargo, lo que importa destacar es que la revolución no violenta que propongo, basada en la soberanía popular, tiene largos títulos de nobleza, que van desde la generación de los 20, a la fundación de la Falange Nacional, al triunfo de la Unidad Popular y al plebiscito de 1988. Recuerdo que Emmanuel Mounier escribió un libro “Rehacer el renacimiento”, lo que significaría, en nuestro caso, reencontrar tradición y revolución.
Rafael Luís Gumucio Rivas
19 09 2014
Menos cóndor y más huemul
El título lo he tomado de un artículo de Gabriela Mistral, publicado en 1926. El cóndor y el huemul son los dos emblemas de nuestro escudo nacional: el cóndor es un ave carroñera y sólo muestra su hermosura y majestuosidad cuando vuela sobre los altos picos de Los Andes; si lo vemos en tierra, sería un descomunal pavo. El vuelo de esta ave se dirige hacia el pobre animal muerto, en las laderas de la montaña. Hay políticos de la orden del cóndor que extienden, autoritariamente, sus alas para atemorizar a sus víctimas; estos miembros de la orden del cóndor son animales antropófagos, que no aceptan que alguien se oponga a sus ansias de poder: viven de la orden de partido, quieren que la manada los siga servilmente y representan, en Chile, ese viejo orden precario y conservador.
En la historia del partido socialista ha habido períodos de predominio de personajes de la orden del cóndor y otros, los más numerosos, de la orden del huemul. La gracia de los fundadores del este partido consistió en visualizar un partido de un socialismo abierto, democrático y latinoamericano; el partido se encontraba cercano a los ciudadanos y era capaz, en cada etapa, de captar las temáticas más avanzadas de la sociedad.
Después de muchos avatares y de altos y bajo, el partido socialista actual está dominado por una directiva de personajes de la orden del cóndor: la sola discrepancia se convierte en una deslealtad; el solo hecho de contar con una presidenta socialista pareciera exigir un seguimiento ciego a todos las iniciativas y proyectos gubernativos; el parlamentario debe callar y acatar, servilmente la orden de partido, so pena de ser llamado al orden y, en algunos casos, al tribunal de disciplina; como argumento, se sostiene que han sido seleccionados por el partido para representarlo y poco interesa la conciencia, las buenas razones y el mandato de los ciudadanos; es como si los electores hubieran entregado un cheque en blanco a una autoritaria y circunstancial directiva. El partido de la orden del huemul, que interpreta los ideales libertarios provenientes, entre otros, de Francisco Bilbao y, más contemporáneamente, de Salvador Allende, rechaza el seguimiento a todo vaticano autoritario - antiguamente moscovita y hoy, técnico burocrático, con ribetes neoliberales, llevado a cabo en la cotidianidad por los famosos operadores.
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Nos encontramos, después de diecisiete años de sucesivos gobiernos concertacionistas de nueva mayoría con un Chile segregado en barrios incomunicados, de ricos y pobres: en los primeros impera la ostentación y, en los segundos, la miseria y, en no pocas veces, el reinado del narcotráfico y consumo de drogas y la delincuencia, liderada por niños y jóvenes desesperanzados. Chile ostenta el récord entre los países con mayor brecha entre ricos y pobres; los trabajadores están limitados para formar sindicatos y luchar por mejores condiciones de vida; las mujeres son discriminadas; las jóvenes víctimas de la violación y el embarazo no deseado se ven excluidas del sistema público de salud para detener el embarazo oportunamente; los homosexuales están en condiciones de desigualdad ante la ley: no pueden legalizar sus uniones, adoptar hijos y testar sus bienes a sus compañeros y lo mismo ocurre con las parejas heterosexuales de hecho, que no pueden tener los beneficios que la ley otorga al matrimonio civil o religioso.
En el ambiente hay una sensación de agotamiento y de infelicidad en la mayoría de la población, algo muy similar a la que denunciara MacIver, a comienzos del siglo pasado. Hay un acostumbramiento burocrático, un dominio de decisiones tecnocráticas y una política centrada sólo en la conservación del poder, muchas veces sin mirar la ética y el despertar de sueños de mundos; hay cuoteos, reparto de empresas fiscales, sillas musicales, parcelas en las empresas fiscales, en fin, una clase política que vive aislada de la ciudadanía, a pesar de las buenas intenciones de muchos de ellos.
Antonio Gramsci escribía sobre la guerra de las barricadas, es decir, avanzar hacia la conquista de la hegemonía de cada una de ellas: La nueva mayoría , pienso, ha interpretado mal esta concepción aplicando una política de pequeños pasos, la mayoría pactados con la derecha. En general, se han confirmado las palabras de Radomiro Tomic: “quien pacta con la derecha, la derecha es la que gana”. Así ocurrido con la democracia de los consensos y con los acuerdos constitucionales, que sólo recaucharon la Constitución autoritaria. Lo que los caracteriza, esencialmente, es a falta de audacia: jamás hemos tomado la decisión de llamar al pueblo a un plebiscito y reemplazar la constitución autoritaria por un régimen semipresidencial.
Los pequeños y grandes temores les impiden proponer un gran diseño de transformación, propiciar un sueño de un proyecto país, que movilice las grandes mayorías. Hemos preferido administrar el sistema a implementar modificaciones profundas. Se encuentra presa en la “jaula de hierro burocrática” weberiana.
Durante estos días comprobamos la existencia de una burocracia estatal, bastante ineficiente y asistimos a una campaña calculada de la derecha política para presentar al gobierno como corrupto frente a la opinión pública e, incluso, internacional, pues “todo es válido cuando se tiene la ambición de concretar el desalojo del poder”.la respuesta es débil, siempre a la defensiva, en gran parte desencantada.. El bipolio de la derecha de la prensa escrita, financiado en parte por el avisaje fiscal, ha logrado introducir en la opinión pública una imagen negativa del gobierno, que sólo ha respondido a la defensiva.
Rafael Luis Gumucio Rivas
18 09 2014
“Gobiernos dignos y timoratos, donde haya quesos no mandéis gatos”
La moraleja del fabulista colombiano, Rafael Pombo, puede ser aplicada a nuestros gobiernos dignos y timoratos de la Concertación hoy nueva mayoría. El cobre se ha convertido en un queso de primera calidad: en pocos años su precio ha crecido desde 88 centavos la libra, a 3 U.S.; como nunca he aprendido matemáticas - gracias a nuestra genial educación – no he podido calcular la cantidad de millones de dólares que reposan en las arcas fiscales.
Hace tiempo, cuando Chile era un país pobre, pero honrado, el presidente Salvador Allende llamaba al cobre “el sueldo de Chile”; todos, ingenuamente, creíamos que cuando aumentaba su precio nuestro sobre mensual tenía más billetes. En la República, los gatos eran pocos y controlados por la necesaria relación entre la ética y la política. Por lo demás, el cobre era de todos los chilenos y nos sentíamos orgullosos de ello.
Hoy, la gran mayoría de los yacimientos del cobre son privados y los gatos canadienses y australianos son tanto más hambrientos que los antiguos propietarios ingleses del salitre y los norteamericanos del cobre. Al menos, nuestros oligarcas de comienzos del siglo cobraban un 50% por cada quintal de salitre, como royalty, y a los norteamericanos, Salvador Allende no les pagó nada por ganancias indebidas, a raíz de la nacionalización. Canadienses y australianos pagan cero impuesto
Del salitre, sólo quedó el hoyo y la chatarra; para qué hablar del oro que, actualmente, está a 600 U.S. Los canadienses abandonaron las minas de oro del Inca, en el Valle del Elqui, sin pagar un cinco al Fisco y, ahora, pretenden explotar Pascua Lama, en la Tercera Región. Como se puede ver, nuestros gobiernos dignos y timoratos han dejado el queso en las fauces de los hambrientos gatos.
Pero también hay felinos nacionales: son los famosos “Chicago Boys”, huérfanos del especulador y pillín, Daniel López Pinochet; no contento con haber comprado, a precio de huevo, las más rentables empresas fiscales, ahora ambicionan privatizar CODELCO, Enap y la CAP; los argumentos siempre son los mismos: el Estado administra mal; no tiene por qué meterse en materias económicas; las empresas fiscales son corruptas e ineficientes. Sólo debe reinar el mercado y eliminar a los parásitos, como diría uno de los clásicos del neoliberalismo; incluso, no falta un ex pinochetista que acuse a las empresas fiscales de ser mucho más millonarias que las privatizadas por Daniel López. Es que la ambición de estos gatos es ilimitada: quieren agregar a la totalidad de las empresas las AFP, Isapres, Universidades, la millonaria CODELCO; ¡Mire qué gatos tan frescolines!.
Sostengo que en Chile conviven dos plutocracias: la primera surgió en la época de Daniel López, convirtiendo a empleados públicos de la dictadura en millonarios empresarios –el caso de Ponce Lerou el yernísimo, puede constituirse en un biografía emblemática -; estos nuevos ricos no corren ningún riesgo para lograr, año a año, utilidades estratosféricas; el mercado competitivo es una burla: el Ipsa está compuesta por empresas que se reparten el mercado y no compiten entre ellas. La segunda plutocracia está integrada por los concertacionistas o hoy mueva mayoría que, por tantos años de poder y de relaciones con la derecha, en lo que se llama la “democracia de los Acuerdos” o, mejor, dicho, la alianza plutocrática. Estos “exitosos” barones han dejado de ser peligrosos revolucionarios para convertirse en unos muy talentosos empresarios, como es el caso de Óscar Guillermo Garretón, manager de cuanta empresa nacional o internacional de la plaza; Enrique Correa y Eugenio Toroni, geniales lobistas de empresas mineras extranjeras y de un cuanto hay; los ex pechoños cristianos tampoco lo hacen mal: integran, sin problema, los Consejos de cualquier empresa, con la condición de que esta sea rentable.
En las empresas fiscales ocurre lo mismo, las sillas musicales se aplican a la perfección: pasan del Banco del Estado a un ministerio, de este a un canal nacional, de CODELCO a la CORFO, de un puerto privatizado a la aduana y así suma y sigue. Como en el juego infantil de pillarse, sugiero al lector construir un mapa para saber dónde están los eternos plutócratas del douopleo
Decir que Chile es menos corrupto que los demás países de América Latina y colocarlo en un buen lugar en las clasificadoras de corrupción es demasiada autocomplacencia; la comparación es papaya, sin embargo, Juan Pablo Dávila Dávila, hoy un santo pastor, despelucó, con toda impunidad, a CODELCO pagando sólo, por evasión tributaria, tres años en una cómoda cárcel; para qué hablar de Inverlik y la CORFO y el famoso chiste del profesor Lagos, acerca del jarrón y el Mop-Gate sigue hasta nuestros días, las farmacias , la polar cascadas Delano los pollos.
Las castas en el poder son cuevas de ladrones
Rafael Luis GUMUCIO
19 09 2014
Caballeros y rotos: la prensa satírica en la guerra civil de 1891
Existen diversas interpretaciones sobre la Guerra Civil de 1891. Como todo acontecimiento que ha marcado huellas, su origen y consecuencias es multicausal: para Francisco Antonio Encina, Gonzalo Vial, Alberto Edwards, Mario Góngora y Julio Heise, se trató de un conflicto fundamentalmente político entre el congreso y el presidente de la república; por el contrario, Hernán Ramírez Necochea, Julio César Jobet, Alejandro Venegas, y otros, exploran las causas económicas del conflicto, fundadas en el poder corruptor del salitre, Thomas North. Un aspecto aún no bien explorado es el papel del Partido Demócrata, los sindicatos obreros, los rotos, (el general Pililo), en la Guerra Civil.
Hay diversas formas de acercarse a la historia: la primera se basa en documentos oficiales, Diarios serios- es decir, “la prensa tonta”, como la llamaba Juan Rafael Allende; la segunda es por medio de la crónica, la novela y la Prensa satírica. Maximiliano Salinas, Tomás Cornejo y Catalina Saldaña, en su libro, Quiénes fueron los vencedores, élite, pueblo y prensa humorística en la Guerra de 1891, (Lom, 2005), exploran este segundo aspecto, bastante desconocido por la historiografía clásica.
Juan Rafael Allende y Eduardo Phillips Huneeus son las caras de la prensa humorística de la época. Los autores del libro que comento agregan una serie de periódicos desconocidos para el gran público, como El Ají, La Pimienta, La culebra, el zancudo y la Escoba.
La Prensa humorística fue implacable tanto con el bando congresista y los partidarios de José Manuel Balmaceda; por ejemplo, Julio Zegers, el abogado de North, era el huacho Zegers; Eduardo Matte, un despachero (almacenero); Altamirano era un sanguijuela; Enrique Salvador Sanfuentes, corredor de Bolsa y falsificador de cheques; Bañados Espinoza, un suche y un siuticón; Agustín Edwards y Eduardo Matte eran los especuladores judíos, de la calle Huérfanos; los dirigentes cuadrilátero, (radicales, nacionales y dos grupos liberales), mamaban de la teta del Cucho Edwards.
Para la prensa humorística del lado de los rotos, el cuadrilátero era una amalgama de beatos, Montt-varistas y algunos corruptos liberales. Carlos Walker, el líder conservador, era el cobarde gerente de los saqueos del 29 de agosto de 1891. El Ají y La Pimienta, que sostienen famosos diálogos, eran los voceros del Partido Demócrata. Según estos periódicos, “la revolución de 1891 fue obra exclusiva de los sotanudos, de manteo y de levita. El pueblo ignorante fue engañado por estos que no creen ni en Dios ni en el diablo, lo único que adoran es el oro”. Según los mismos diarios, “el parlamento era una cueva de ladrones” y los diputados habían sido comprados por el oro de Edwards, Matte y North. Los liberales habían traicionado los ideales libertarios de la Guerra Civil de 1851 y se aliaron con sus enemigos Montt-varistas.
El conflicto político era una pelea entre caballeros, pues los rotos sólo tenían que mirar desde el balcón: “los eternos chupadores del presupuesto, las treinta familias de sangre azul están divididas... Tanto el gobierno como el cuadrilátero no tienen el más pequeño patriotismo porque se empeñan en destruir el país obligando al pobre a morir de hambre”, decía El Ají. El alejamiento del Partido Demócrata respecto a Balmaceda aumentó a causa de la prisión de sus dirigentes, por parte del gobierno, después de la huelga de 1888, provocada por el alza del precio de los boletos de los carros de sangre (carros conducidos por caballos). Esta actitud cambió cuando Balmaceda se decidió a combatir a la aristocracia, sin embargo, los demócratas se mantuvieron siempre escépticos respecto de la Guerra Civil; después de Concón y Placilla, quedaron 10.000 rotos muertos en los campos de batalla y para nada les sirvió a los pililos el triunfo de los prostitucionales –forma en que los periódicos satíricos llamaban a los constitucionales -
El otro lado de la moneda: El odio de los oligarcas
El principal periodista, partidario de la causa congresista, era Eduardo Phillips Huneeus que publicaba El Fígaro, vomitaba odio oligárquico contra siúticos y rotos que consideraba aliados de Balmaceda: “En vez de un caballero, sin tacha, digno y honrado, el presidente está rodeado por bandoleros”. El Fígaro no ahorró insultos al presidente, por ejemplo, era “Su demencia” y no Su Excelencia, haciéndose eco de la acusación de locura, lanzado por Julio Zegers, en el Congreso; era el “Balamasiútico, un sultán amanerado y un tanto amariconado”. Sus caricaturas lo presentaban en la cárcel, ahorcado junto a sus ministros y, en el hospicio.
Balamaceda era acusado de realizar orgías en palacio y, en esas bacanales, sus ministros eran presentados como travestis, “Viva, viva el placer, vivan las niñas bonitas” cantaba Bañados Espinoza, un siuticón de la peor especie, según Phillips, quien agregaba que los balmacedistas eran farreros, sinvergüenzas y afeminados.
Juan Rafael Allende: El periodista a favor de los rotos
Este periodista es el más citado por los historiadores. En un comienzo fue un furibundo antibalmacedista que, para él era el gobierno de los canallas: el Presidente había traicionado los ideales liberales que lo habían llevado al poder y coqueteaba, como buen bailarín, con los judíos Matte y Edwards, y los autoritarios Pedro Montt y Beza; para más remate, una vez abandonado por ellos, buscó la alianza con los “pechoños”: los conservadores y el obispo Mariano Casanova.
Posteriormente cambió de posición y se hizo balmacedista al descubrir la barbaridad oligárquica del cuadrilátero. Son famosas las comparaciones religiosas de Allende: en los “diez mandamientos” dice: “1. Amar el oro sobre todas las cosas. 2. No dar cobre en vano. 3. Hacerle fiesta a los ricos. 4. Heredar padre y madre. 5. Matar. 6. Robar. 7. Levantar falso testimonio y mentir. 8. Vender. 9. Robar la fortuna del prójimo. 10. Apropiarse de los bienes ajenos”. En una caricatura famosa, aparece Balmaceda crucificado junto a los dos ladrones: Cucho Edwards y Julio Zegers. Juan Rafael Allende estuvo a punto de ser fusilado después del triunfo de los constitucionales; cuenta que en la penitenciaría, desde celda, preguntó ¿quién es usted? Otro preso le respondió “me llamo Treste Stephen” y ¿“quién es usted? Juan Rafael Allende”. Mi vecino de celda, con inocencia alemana, “tornó a preguntarme, ¿por qué no lo han fusilado?, sospecho que no, contesté”.
Allende publicó, sucesivamente, diversos Diarios: El padre Padilla, Pedro Urdemales, el Recluta y, en todos ellos ataca, fundamentalmente, a los Edwards, los Montt, los Matte, además de los curas y beatas; “estas últimas son viejas en conserva, con cruces y rosarios”. Se burla del presbítero porteño Salvador Donoso, que fue descubierto por la policía balmacedista escondido, debajo de la cama de una dama, salvándose de ser fusilado. En el Pedro Urdemales se mofa del pavo real, Luis Barros Borgoño, posteriormente de la derecha, contra don Arturo Alessandri:
“Traicionaste a tu país,
Luis,
Te arrancaste con los tarros
Barros,
Y al fin te hiciste pechoño!
Borgoño!”
La obra de Maximiliano Salinas, Tomás Cornejo y Catalina Saldaña nos permite conocer un aspecto, hasta ahora oscurecido, de la Guerra Civil de 1891: la lucha entre caballeros plutocráticos y los rotos, que en toda guerra, han servido de carne de cañón.
Rafael Luis Gumucio Rivas
Chileinforma.com
20 09 2014