La elección de PKP en Quebec y los desafíos del movimiento soberanista. Marcelo Solervicens, 24 de mayo de 2015 La noticia qu
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Puesta online a las 10:05, el 25 de Mayo del 2015
La elección de PKP en Quebec y los desafíos del movimiento soberanista.
Marcelo Solervicens, 24 de mayo de 2015
La noticia que acaparó la atención en los últimos días fue el intento de reactivar el movimiento por la independencia de Quebec, el último según los críticos.
La entronización de Pierre Karl Péladeau (PKP como se le conoce mas popularmente) como jefe del Partido Quebequense, la oposición oficial en la asamblea nacional de Quebec, se hizo bajo el signo de la promesa de triunfar la independencia de esta provincia. Una promesa formulada durante la campaña y confirmada en el discurso de aceptación del mandato, para tranquilidad de los militantes pequistas. La tarea sin embargo será dura. Ello, tanto por las características del nuevo jefe del PQ, como por los desafíos que debe enfrentar el movimiento independista quebequense actual.
La victoria de PKP como jefe del PQ no causó sorpresa. Parecía la única salida, luego de la peor derrota de ese partido en las elecciones de abril del año pasado, cuando Pauline Marois desmintió las estadísticas de que siempre un gobierno minoritario obtiene mayoría.
El antiguo Jefe del PQ, el belle-mère Jacques Parizeau, comparó hace unos meses al PQ a un campo de ruinas.
Los cronistas insistían en que se trataba del partido de una sola generación, como fuera la Unión Nacional.
Otros argumentan que a los electores quebequenses no le interesa la independencia. Muchos atribuyeron la derrota de Pauline Marois al puño levantado por Péladeau prometiendo hacer de Quebec un país independiente cuando anunció su candidatura en la circunscripción de St-Jerôme.
Existe casi un consenso de que el futuro le pertenece a la Coalición Avenir Quebec de François Legault. Incluso algunos plantean que en un escenario de polarización entre izquierdas y derechas, tiene más futuro Quebec Solidario que el PQ.
Por su parte los liberales de Philipe Couillard, el más federalista de los jefes que haya tenido el Partido Liberal de Quebec, esperan repetir los ataques contra la independencia de Quebec. Ello les permitirá hacer diversión sobre los impopulares y nefastos efectos de su política de austeridad.
Todas esas opiniones siguen siendo vigentes luego de la victoria de Pierre-Karl Péladeau. Plasmar en la realidad su promesa de la independencia de Quebec será una batalla muy difícil. En primer lugar porque el nuevo salvador de la opción independentista tiene pies de barro. Es difícil que pueda reunir el conjunto del movimiento independentista como lo hiciera René Levesque en los años 60, en un partido pluriclasista que tenia desde tendencias socialdemócratas que buscaban la modernización de Quebec gracias a un Estado intervencionista con políticas sociales novedosas, hasta sectores de derecha que deseaban el desarrollo de la burguesía francófona, que hiciera contrapunto a la burguesía canadiense anglófona.
Pierre-Karl Péladeau y sobre todo su padre, Pierre Péladeau, son genuinos representantes de esa nueva burguesía francófona enriquecida gracias al apoyo selectivo del estado.
Sin embargo, por ello mismo, Péladeau arrastra las consecuencias de la defensa de los intereses del Imperio Quebecor mediante el lock-out contra sus trabajadores, lo que le dio fama de duro y despiadado.
Aunque los sindicalistas o sectores socialdemócratas que quedan en el PQ han moderado sus ataques está claro que PKP no podrá liberarse de la imagen de ser un representante de la derecha dentro del movimiento soberanista, aunque critique a los neoliberales, como lo hiciera en su discurso.
En segundo lugar, también tiene flanco débil el potencial conflicto de interés por seguir siendo el accionista mayoritario de Quebecor. Algunos llaman ahora el PQ el partido Quebecor. No está claro cuál será su programa de gobierno más allá del objetivo de la independencia.
Los liberales han instituido una comisión para ver de cambiar las reglas éticas para evitar el conflicto de interés, pero se trata de una acción política de desgaste que puede desmontar la imagen de salvador de PKP.
Los oponentes a PKP en la carrera al liderazgo como Jean-Francois Lisée, Bernard Drainville, Pierre Ceré, que abandonaron la campaña, o Martine Ouellet y Alexandre Cloutier que sirvieron hasta el final, moderaron finalmente los ataques frente a la debilidad en que colocaba el PQ los potenciales conflictos de interés de Péladeau como magnate de la prensa, a la imagen de un Berlusconi. Sin embargo la imagen sigue siendo emblemática de un problema ético.
En tercer lugar, pese al aumento de las intenciones de voto en las encuestas en 9 puntos para el PQ, ese partido no puede pretender encarnar hoy el conjunto del movimiento independentista, de los soberanistas y de los nacionalistas moderados necesarios para ganar un eventual referendo. Tampoco, la de incluir la creciente diversidad del Quebec moderno que es contraria a una propuesta de nacionalismo étnico. Tampoco tiene actualidad el argumento de la propuesta de independencia frente a la dominación del Canadá Inglés. Las nuevas generaciones no se reconocen en ese sentimiento de opresión del inglés sobre el francés. Hasta cierto punto el impacto positivo de la ley 101 sobre el predominio del francés, o el desarrollo de la burguesía francófona gracias a la Caisse de depot et Placement, y de la clase media francófona gracias al desarrollo del Estado y los servicios ha creado el sentimiento de control de la política en Quebec, aun frente a un gobierno como el de Stephen Harper. Las nuevas generaciones tienen reivindicaciones ligados al cambio climático, a los derechos civiles y no se ven interpretados por una corriente independentista vengativa. La propuesta de crear una vasta coalición más allá del PQ responde a esa realidad, pero ni la CAQ ni Quebec Solidario y otras agrupaciones parecen entusiasmadas por la idea. Péladeau tendrá una difícil tarea si desea federar en torno al PQ, un vasto movimiento de independencia que se alíe por encima de sus diferencias porque según él: la independencia no es de izquierda, no es de derecha sino que es el futuro de Quebec.
Finalmente, es necesario destacar que todavía faltan tres años para las próximas elecciones provinciales. Una eternidad en política. Los liberales esperan minar la credibilidad del nuevo jefe del PQ. Algunos dirán que los pequistas no necesitan adversarios porque se autodestruyen. Lo cierto es que se trata de un nuevo intento, confuso aún y que habrá que seguir de cerca porque efectivamente, puede ser la última oportunidad de asegurar la existencia de una nación francófona en América del norte.