La infiltración histórica de la CIA en la ultraizquierda chilena
Documentos desclasificados de Estados Unidos muestran cómo agentes de inteligencia de dicho país no sólo establecieron vínculos con el Partido Comunista chileno o con grupos como el MIR y el FPMR, sino que además recibieron información clave que desconocían la DINA y la CNI. Esta es una versión refundida y corregida de tres reportajes previamente publicados en W5 y confeccionados para el proyecto DocumentoMedia. Vía DocumentoMedia Desde 1970, al menos, la Agencia Central de Inteligencia de ...
Puesta online a las 22:18, el 14 de Mayo del 2013
La infiltración histórica de la CIA en la ultraizquierda chilena
Por Carlos Basso
Documentos desclasificados de Estados Unidos muestran cómo agentes de inteligencia de dicho país no sólo establecieron vínculos con el Partido Comunista chileno o con grupos como el MIR y el FPMR, sino que además recibieron información clave que desconocían la DINA y la CNI. Esta es una versión refundida y corregida de tres reportajes previamente publicados en W5 y confeccionados para el proyecto DocumentoMedia.
Vía DocumentoMedia
Desde 1970, al menos, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) viene infiltrándose en los grupos de izquierda y ultraizquierda chilenos, de acuerdo a lo que queda de manifiesto en la revisión de distintos papeles desclasificados por dicha entidad, que dan cuenta de diversos contactos entre militantes y dirigentes de diversos grupos de dicho sino, y agentes de la CIA.
Por cierto, dadas las tachas de los documentos, en la mayoría de los casos no es posible saber si en dichas conversaciones existía conocimiento de parte de los interlocutores chilenos respecto de que conversaban con personas pertenecientes a la inteligencia norteamericana, si había dinero de por medio, si la información era mediada por terceros o si los diálogos eran autorizados por las dirigencias.
El primer documento que muestra un contacto de la CIA con alguien de la ultraizquierda chilena es un paper fechado en marzo de 1970, que posee casi toda su primera página borrada, y que relata lo que parece haber sido una conversación del 17 de marzo de ese año, en la cual “líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dijeron que tienen planes para secuestrar a una autoridad de la Embajada americana, en orden a intercambiarla por Sergio Zorrilla, un líder del MIR capturado el 15 de marzo. Los líderes del MIR mencionaron específicamente al embajador como el objetivo del intento de secuestro, pero admitieron que quizá deban secuestrar a un funcionario de la embajada distinto. Los líderes dijeron que están bajo una presión tremenda como resultado del arresto de Zorrilla y quieren librarlo lo antes posible.”
Un nuevo documento, fechado en abril de 1970, señala que “un miembro del Partido Comunista de Chile (PCCH)” señaló que el partido planeaba doblar la cantidad de personas en sus unidades de autodefensa, cifra que en ese momento era de 800 a mil individuos, en función de dos ataques que habían sufrido el 31 de marzo las sedes de las Juventudes Comunistas y de la Unidad Popular (UP) y de la aparición de una supuesta organización llamada GRACO (Grupo Anticomunista, de cuya existencia la CIA señala que no existe información).
Un párrafo final menciona que “la tarea de las unidades de autodefensa será resguardar la propiedad del PCCH y repeler el vandalismo y la violencia. Sus miembros también servirán como guardaespaldas para ciertos líderes del PCCH. Estarán armados como pistolas y otras armas de mano”.
La DIA
Por cierto, posteriormente, la infiltración era también el objetivo número uno de los aparatajes de inteligencia del régimen militar. Un informe de la agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de EEUU, del 04 de diciembre de 1974 y que se atribuye a una “fuente de una sola vez”, relata la conversación que esta, seguramente un oficial de la FACH, sostuvo con el teniente coronel Lawrence A. Corcoran, agregado aéreo de Estados Unidos en Santiago, quien informó que el MIR tenía planes para asesinar al menos a seis funcionarios de la Dictadura, entre ellos al –en ese tiempo anónimo- teniente coronel de la FACH Edgar Cevallos Jones, el jefe del Comando Conjunto.
El texto agrega –en concordancia con lo que posteriormente sería el relato de la operación Colombo- que entre las víctimas también habría tres miristas, que serían ejecutados “por hablar demasiado y para servir de advertencia disciplinaria a los otros miembros”. Además, se detalla un plan para hacer estallar bombas en el Casino de Viña del Mar y un edificio de Santiago.
Sin embargo, lo más llamativo de este cable es lo que aparece al final, pues la fuente se jactó de que “la comunidad de inteligencia de la FACH había tenido un gran éxito en la infiltración del MIR, mucho más éxito que las otras ramas de las Fuerzas Armadas y la DINA”, lo que según la fuente obedecía a que “el MIR sabe que puede negociar con nosotros (FACH), pero no tienen la misma confianza con la DINA.”
Cabe mencionar que hace pocos días falleció el infiltrado más famoso del Comando Conjunto, René Leonardo “Barba” Schneider, un ex mirista que fingió haber sido capturado y herido para hacer caer a sus ex compañeros.
Su existencia no pasó desapercibida para la CIA, la cual relata en un cable secreto, de 1975, que en una edición del clandestino boletín del MIR, “El Rebelde”, se había publicado una lista de 12 traidores, incluyendo a “Leonardo Schneider”.
Atentados
La infiltración hacia el MIR fue intensa y extensa, y la simple revisión de los documentos producidos por la estación de la CIA en Santiago respecto de las actividades del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) demuestra que, así como sucedió años después con el FPMR, y años antes con lo que quedaba del remanente del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la CIA siempre mantuvo completamente infiltrados a los grupos subversivos chilenos.
De hecho, en 1978 la CIA ya sabía que el MIR estaba empeñado en levantar un foco guerrillero al interior de Valdivia y que, además, mantenía estrechas relaciones con las FARC, a las cuales propusieron realizar un secuestro en conjunto. Los espías de EEUU también sabían del link entre los miristas yel régimen libio de Moammar Gaddafi, a través del dirigente Andrés Pascal Allende, algo que este recién refrendó el 2011 al periodista Francisco Artaza, de La Tercera, luego de la muerte del dictador africano.
El secuestro
Uno de los principales productos que durante año exportaron los subversivos chilenos fue el secuestro. Conocido es el joint venture del MIR con la ETA española, que terminó en importantes secuestros, como los de Diego Prado Colón y Carvajal, en 1981, o el de Emiliano Revilla, en 1992. Sin embargo, hacia el 1 de junio de 1978, según un cable de la CIA, el MIR chileno estaba intentando aliarse para dichos fines con la mayor guerrilla del mundo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el aparato militar del Partido Comunista de Colombia (PCC). De acuerdo al texto, la idea era realizar en conjunto un secuestro “espectacular” en Colombia.
Imagen de los guerrilleros en Neltume, según se muestra en la página web del MIR.
Por aquel entonces, muerta y dispersada ya toda la dirigencia del MIR, los esfuerzos de sus integrantes se orientaban básicamente a la “Operación Retorno”; es decir, al reingreso clandestino de guerrilleros, ahora entrenados en campamentos como Pinar del Río y Punto Cero, en Cuba, y al llamado “Proyecto K”, el establecimiento de dos focos guerrilleros: uno en Nahuelbuta, cerca de Curanilahue, actual provincia de Arauco, y otro en Neltume, en la precordillera valdiviana.
Sin embargo, incluso los revolucionarios saben que la guerrilla cuesta dinero y conseguirlo no es tan simple, así es que por ello los miristas recurrieron a sus pares colombianos con una oferta que estos no podrían rechazar: un secuestro de gran magnitud, cuyo rescate, de ser exitosa la operación, “sería usado para infiltrar miembros del MIR en el norte y sur de Chile”, cuenta la CIA, que detalla que “en mayo de 1978, un representante del MIR en La Habana dijo a un miembro de las FARC que a fines de mayo se espera (la visita) de un líder del MIR de La Habana. Cuando arribe, viajará a los cuarteles de las FARC para discutir la propuesta de secuestro”. Siempre según el paper desclasificado, “el líder del frente 8 de las FARC está de acuerdo con la operación conjunta, pero la aprobación final sólo puede venir de los cuarteles de las FARC.”
La CIA señalaba también que “el miembro de las FARC” es su fuente, y que este les dijo que “este tipo de operación requiere una extensa coordinación, viajes y la organización de un mecanismo de apoyo, todo lo cual tomarán de 2 a 3 meses.”
Los militantes del MIR, optimistas y rayanos en la ingenuidad, aún no contaban con la venia de los jefes de las FARC cuando ya estaban consiguiendo pasaportes colombianos, aprendiendo sobre la historia de ese país y practicando el acento, convencidos de que pronto podrían regresar a Chile, según cuentan los agentes de la CIA, quienes estaban al tanto de que dentro del MIR había serias divisiones “entre los no violentos, pro comunistas, y los que llaman a la revolución armada”, de los cuales destacaba a Nelson Gutiérrez y Andrés Pascal Allende.
Para finalizar, el redactor del informe agregó un párrafo que luego cobraría pleno sentido: “los líderes del Partido Comunista Chileno en el exilio supuestamente tratan de influenciar a Fidel Castro para que corte el apoyo al MIR y, de ser necesario, expulse a quienes se rehúsan a adoptar la línea del PCCH”.
La influencia de los comunistas y Libia
Sólo 41 días más tarde, un nuevo documento de la CIA daba cuenta que los comunistas le habían doblado la mano al MIR. Un informante cuyo nombre está borrado señaló a los hombres de la CIA que “el MIR está desesperadamente necesitado de dinero para financiar la infiltración de un grupo de unos 40 hombres entrenados en Cuba, hacia una guerrilla en el sur de Chile, cerca de Valdivia. De acuerdo a (borrado) el MIR espera tener su guerrilla en el lugar a fines de 1978”, precisa el texto, que demuestra un conocimiento asombroso de la operación, la que al final comenzó a implementarse hacia inicios de 1980 y culminó entre junio y octubre de 1981, cuando los guerrilleros fueron detectados en operativos militares, los que dejaron nueve víctimas fatales.
El reporte de la inteligencia de EEUU precisa que convencidos que se cometería el secuestro con las FARC, los subversivos chilenos en La Habana “hicieron arreglos para que un equipo militar del MIR especialmente entrenado, con fondos para apoyar esta operación, llegue a Colombia”.
Sin embargo, nada ocurrió, pues alguien cuyo nombre está tachado, pero que se entiende era del MIR –y además, contacto de la CIA- “fue informado por un miembro de las FARC, no obstante, que la operación conjunta no sería posible porque el secretariado del Partido Comunista de Colombia había prohibido a las FARC tener nuevos contactos con el MIR.”
El informante añadió que, antes de saber de la negativa del PC, “Andrés Pascal Allende había hablado con representantes tanto de Libia como de la Organización para la Liberación de la Palestina, OLP, aparentemente a fines de mayo de 1978, sobre el deseo de las FARC de comprar armas. De acuerdo a (borrado) ambos grupos de medio oriente estaban dispuestos a vender armas a las FARC. Para consumar el trato, un representante de las FARC iba a viajar a Habana, y desde allí él y un representante del MIR viajarían a Libia a comprar las armas.”
En su entrevista con La Tercera, Pascal Allende señaló que “Gadaffi tuvo simpatía hacia el MIR, nos brindó apoyo entre el año 1977 hasta los 80”. Según el ex dirigente mirista, actual vicerrector de aseguramiento de la calidad de la Universidad Arcis, en Libia no sólo se formó a combatientes chilenos, sino que además se les entregó armas suficientes como para “apertrechar” un contingente de unos dos mil hombres.
Los palestinos
El tema de los vínculos de la Organización para la Liberación de la Palestina con Chile, en todo caso, no era nuevo. Un texto de la CIA del 03 de abril de 1975 informaba que en medio de algunos esfuerzos de la OLP por abrir oficinas en diversos países de América Latina, en marzo de ese año la DINA reportó haber arrestado a un hombre y una mujer, ambos chilenos, supuestamente “por estar reclutando chilenos de descendencia árabe para trabajar con la OLP en actos terroristas”. Según los agentes de la central de inteligencia de EEUU, la mujer detenida, Mai Al-Arja, era reclutadora del Frente para la Liberación de la Palestina, el brazo armado de la OLP.
Los tupamaros
Los contactos del MIR eran, sin embargo, incluso más amplios que lo anterior. Conocida era su admiración por el Movimiento Nacional de Liberación Tupamaro (MLN-Tupamaro) de Uruguay y la relación que tenía con este, lo que por cierto se vio reflejado en 1978. Según la fuente de la CIA, dirigentes tupamaros habían informado a la gente del MIR en Cuba que “los tupamaros estaban interesados en operaciones conjuntas con las FARC. De acuerdo a (tachado), a principios de 1978 BETO (LNU), un líder tupamaro, dijo al MIR que estaba listo para viajar a Colombia en junio. Beto tuvo que cancelar su viaje a último minuto para acompañar a un grupo de guerrilleros tupamaros que había completado su entrenamiento en Argentina y estaba regresando a Uruguay.”
Los Elenos
No eran los integrantes del MIR, en todo caso, los únicos chilenos interesados en el negocio del secuestro. Un cable de la CIA fechado tres años antes, el 27 de enero de 1975, relata que los escasos miembros que iban quedando a esa fecha del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Chile -grupo que se formó para cooperar en la guerrilla del ELN boliviana de Ernesto “Che” Guevara, conocidos por el apodo de “elenos”- planificaban una serie de secuestros de embajadores y autoridades chilenas en América y Europa.
Para ello, en busca de apoyo financiero y logístico, acudieron a la organización de la Cuarta Internacional Trotskysta y “a este respecto, Ernst Mandel, un germano occidental residiendo actualmente en Bruselas, quien es el líder de la Cuarta Internacional, ha prometido oír el plan del ELN”, para lo cual estaba proveyendo dinero para que pudieran viajar a Paris los líderes del ELN.
Según la CIA, a esas fechas el ELN poseía 12 militantes en Chile, un arsenal y aproximadamente 14 millones de escudos; es decir, unos 7 mil dólares.
Los rodriguistas
Mauricio Hernández Norambuena, uno de los líderes históricos del FPMR-A y partícipe del secuestro de Carreño.
En los años ‘80, no obstante, el principal foco de preocupación de la CIA en cuanto a la subversión de ultraizquierda era el FPMR y su nave nodriza, el Partido Comunista. Uno de los episodios en que más prístinamente registrada quedó la penetración de la CIA hacia dicho grupo subversivo fue durante el secuestro del teniente coronel Carlos Carreño, caso en el que, al igual como ocurrió con Neltume, los norteamericanos conocieron de antemano parte importante del resultado sin que, a juzgar por los resultados, le hubieran comunicado lo que habían averiguado a la inteligencia de Pinochet.
Los contactos, en todo caso, no eran muy antiguos. El 9 de octubre de 1986 aparece en los archivos de EEUU la primera evidencia de un nexo entre gente de la CIA en Santiago y alguien, probablemente un dirigente del PC, que tenía conocimiento de las actividades del FPMR. Esta conversación ocurría poco más de un mes después del atentado contra Pinochet, en Cajón del Maipo, cuando el Frente aún era oficialmente el aparato armado del Partido Comunista y, por ende, se subordinaba al Comité Central de este.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los demás contactos, este tenía aroma a una maniobra de desinformación, pues el dirigente del “FPMR/PC”, como señala el cable, dijo al agente de la CIA que en el ataque al dictador habían participado sólo 11 militantes (fueron cerca de 30), que varios de ellos habían resultado heridos y que habían sido sacados del sector en dos Mercedes Benz idénticos a los de la caravana de Pinochet. Afirmó además que “de los 11 que participaron en la emboscada, seis dejaron Chile y cinco permanecen escondidos”.
No obstante, más adelante el informante dijo algo que cobraría mucho sentido un año después, cuando se produjera la escisión al interior del FPMR, que se dividió en dos facciones, la leal al Partido y que luego abandonó las armas, y la Autónoma, que siguió en la misma lógica de combate hasta bien regresada la democracia.
“Concordó (el informante) que el PCCH tiene menos control del FPMR de lo que se pensaba previamente. Existe también la percepción de que el FPMR se está radicalizando y que cada vez se inclina menos a recibir consejo político para tener en cuenta en la planificación de sus acciones”.
Veinte días más tarde hubo un nuevo contacto entre alguien de la agencia norteamericana y un tercero que manejaba mucha información sobre el FPMR. Este interlocutor explicó que el objetivo del grupo en ese momento estaba enfocado en desarrollar las milicias rodriguistas, respecto de las cuales habría un “énfasis especial en entrenarlas en autodefensa, reclutamiento y actividades agitprop” (agitación y propaganda).
Los diálogos se retomaron el 28 de noviembre de 1986, tres meses después del atentado frustrado contra Augusto Pinochet. El título del documento que da cuenta de la conversación reza “Partido Comunista Chileno decide autorizar un plan del Frente Patriótico Manuel Rodríguez para atentar por segunda vez contra el presidente Pinochet”.
El texto indicaba un miembro del PC había relatado que, junto con autorizar un nuevo intento de homicidio en contra del dictador, “el liderazgo del PCCH” también había solicitado la confección de un plan operacional para asesinar al ex director de la DINA, Manuel Contreras. Sin embargo, el informante admitió que el partido no pensaba dar la autorización definitiva para ninguno de los asesinatos hasta que no existieran condiciones políticas adecuadas.
Respecto de la intención de ejecutar a Contreras, el agente de la CIA que redactó el reporte señalaba que este “es visto por el PCCH como la persona más responsable de la muerte de desaparición de cientos de miembros del PCCH durante los primeros años del gobierno de Pinochet. Existe también la creencia común dentro del PCCH de que la muerte de Contreras no generará una reacción negativa en el gobierno ni en el pueblo chileno“.
Para febrero de 1987 el FPMR ya estaba quebrándose en dos partes y los rumores se multiplicaban. Un hombre del PC dijo en esas fechas, a la CIA, que un oficial del FPMR le había contado a mediados de febrero que el grupo subversivo “estaba planeando conducir operaciones importantes de sabotaje económico”, incluyendo la destrucción de centrales de energía y que, asimismo, pensaban asesinar a uno o más miembros del gobierno.
Algunos días después, ya en marzo, las instrucciones comenzaban a cambiar. Un cable del 24 de marzo de 1987 relata textualmente que aunque el Frente no había descartado el segundo intento de asesinato contra Pinochet, de acuerdo a un miembro del PC “los planes del FPMR se concentran en el presente en remendar las disputas internas y prepararse para actos violentos, principalmente contra objetivos militares y fuentes de energía en áreas urbanas“.
De hecho, existía un análisis político bastante meditado, pues según la fuente, el FPMR había meditado que los ataques contra multinacionales u objetivos económicos chilenos era contraproducente respecto de los objetivos del PC, de “crear una base de oposición popular que incluya a varias alianzas políticas populares.”
Los autónomos
En abril de 1987, la CIA captó una nueva fuente, pero esta vez no se la identifica ya como alguien del PC con conocimientos o injerencia de algún tipo en el Frente, sino derechamente como un dirigente del FPMR. Y, por su discurso, es fácil colegir que se trataba de un descolgado, de un “Autónomo”, que dijo a los norteamericanos que su grupo estaba en un proceso gradual de “reactivar muchas de las unidades que han estado inactivas desde fines de 1986, como resultado de la pérdida de los arsenales y el fallado intento de homicidio del 7 de septiembre de 1986 en contra del presidente Augusto Pinochet.”
Aunque el frentista no mencionó que fueran a atentar en contra de este nuevamente, sí reiteró que asesinarían a autoridades del régimen y aseveró que les faltaban militantes entrenados en el uso de armamento sofisticado que poseían, como rockets.
El autor del documento culmina diciendo que existe una ruptura en el interior del FPMR, pero desconoce si el “oficial” con el cual habló es de los disidentes o de los que permanecieron fieles al partido.
El teniente coronel Carreño
Entre el 1 de septiembre y el 2 de diciembre de 1987 todo Chile estuvo pendiente de la suerte del teniente coronel de Ejército Carlos Carreño Barrera, secuestrado en las afueras de su hogar, en La Reina, y liberado tres meses después en Sao Paulo, Brasil, en uno de los golpes más audaces perpetrados por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo (FPMR-A), la facción liderada por Raúl Pellegrín (conocido por su chapa de “José Miguel”).
El 02 de septiembre de 1987 Carreño debía viajar a Teherán a tratar de resolver él mismo una maraña que ya había costado muy caro a Chile y que decía relación con la ventas de bombas de racimo a ese país, dos de las cuales habían estallado durante una prueba, el 11 de julio de 1986, destruyendo un jet Phantom F-4 de la fuerza aérea de ese país. Debido a ello, dos ingenieros chilenos y un intermediario francés (junto a su hijo) quedaron retenidos en Irán, aunque luego fueron liberados.
Fue entonces cuando Carreño comenzó a tomar preeminencia en el asunto, primero, disculpándose a nombre de Chile y, luego, encabezando las negociaciones destinadas a vender una flota de 16 aviones F-5 a Irán, a un precio menor del comercial, como forma de compensar el perjuicio causado por la detonación del F-4. El 24 de agosto de 1987 Carreño de hecho envió un télex a Teherán comprometiéndose a viajar prontamente, pero nunca llegó a presentarse, pues fue secuestrado el día previo.
Durante años, Carreño guardó silencio frente a todo esto, pero en 2010 declaró voluntariamente ante la justicia, aseverando, entre otras cosas, que creía que sus secuestradores tenían algún vínculo con los organismos de inteligencia. Según una investigación del diario La Nación, hoy ya existe convicción judicial en orden a que un “topo” al interior del FPMR fue quien convenció a la cúpula de este grupo de secuestrar a Carreño, en medio de una operación de inteligencia militar.
El tte. coronel Carreño, cuando estaba secuestrado.
El secuestro de Carreño preocupó mucho en Estados Unidos, especialmente a la CIA, pero también escaló hacia otras instancias, incluyendo a la DIA, la que emitió un cable que demuestra que dicho país estaba plenamente al tanto de las tratativas ilegales que el gobierno chileno realizaba con Irán, a través de FAMAE y la empresa Ferrimar.
El documento, sin fecha, pero redactado en el momento en que parecía haberse recién producido el secuestro, dice en su resumen que Carreño “encabezaba un joint venture con la empresa de armas Ferrimar” y que además no era el subdirector de Famae, sino “en realidad, el oficial de proyecto de un sensible programa de municiones”, el que agrega “se centra en la fabricación y venta de bombas cluster”; es decir, bombas racimo. Se precisa que alguien (cuyo nombre está borrado) dijo a un agente de la DIA, riéndose, que “Carreño quizá fue tomado prisionero por agentes de Industrias Cardoen, el fabricante de armas rival de Ferrimar.”
Cabe recordar que Cardoen, el principal fabricante de armas que ha conocido Chile y que fue quien comenzó la producción de bombas de racimo en el país, fue posteriormente acusado en Estados Unidos de una serie de delitos vinculados a la producción de un helicóptero artillado y el uso de zirconio.
El informe de la DIA insistía en que Carreño “posee una posición extremadamente importante dentro de FAMAE y su desaparición ha causado gran ansiedad dentro del Ejército chileno pues conoce la locación exacta, incluyendo fortalezas y debilidades, de los arsenales y fuerzas de guardia, de todas las armas y municiones bajo control del Ejército y la Fuerza Aérea”. Agregando al final que la hipótesis de implicar a Cardoen requería de “una mente siniestra”, el informante, sin embargo, dejó claro que el Ejército había hecho saber al FPMR que al menos 10 simpatizantes de ese grupo “pagarían con sus vidas si Carreño no es liberado vivo”. En lo único que el informante se equivocó fue la cantidad, pues al final los asesinados fueron cinco.
El plagio
En un cable del Depto. De Estado de EEUU, del 03 de septiembre de 1987, se relata cómo ocurrió el secuestro: hubo 10 secuestradores movilizados en cuatro automóviles, que repelieron con tiros de fusil a una patrulla de Carabineros. Se recuerda que el año anterior el FPMR había secuestrado al entonces jefe de Protocolo de Augusto Pinochet, el coronel Mario Haeberle, quien “fue retornado sin daño tres días después”. El cable especulaba con que la posibilidad de que el grupo subversivo hubiera emprendido el secuestro “para mostrar que aunque 12 de sus miembros fueron asesinados por el gobierno en junio, el FPMR es capaz de reagruparse y convertirse nuevamente en un formidable enemigo”, refiriéndose a la llamada Operación Albania, un operativo de exterminio emprendido por la CNI en contra de los frentistas meses antes y cuyo fallo judicial se puede leer aquí.
El primer cable de la CIA relativo al secuestro y disponible en el sitio web del Departamento de Estado se encuentra fechado el 16 de septiembre y hace referencia a otro documento que no aparentemente no fue desclasificado, pues se titula “detalles adicionales sobre el secuestro de un oficial del Ejército por el FPMR”.
El cable comienza relatando la intención inicial del FPMR en orden a soltar al oficial próximamente, y algo más: “El FPMR está planeando liberar al secuestrado Teniente Coronel Carreño el 19 de septiembre a la iglesia o gente de los medios. Carreño ha provisto información de las ventas de armas de FAMAE a grupos de extrema derecha y la localización de los depósitos de municiones del Ejército”.
¿Cómo obtuvieron esa información los hombres de la CIA en Chile? A través de un dirigente del PC, según precisa el mismo documento, que agrega que el informante le dijo a los agentes de la CIA que “el Frente Patriótico Manuel Rodríguez Oficial, que es responsable del secuestro del 1 de septiembre de 1987 en contra del Teniente Coronel del Ejército chileno Carlos Carreño, está planificando regresar Carreño el 19 de septiembre, día de las Fuerzas Armadas”. El soplón agregó que el Frente creía que si lo entregaban a los militares Carreño sería asesinado para ser culpados de eso, y por ello “el Partido Comunista está aconsejando al partido y a los miembros del FPMR ejercer precaución y buenas prácticas de seguridad”.
Además, el documento aseveraba que según Carreño habría confesado a sus secuestradores, se había vendido armas de FAMAE a la empresa de seguridad Alfa Omega, propiedad de Manuel Contreras, así como al grupo paramilitar 11 de septiembre.
Asimismo, el informante aseguró que el FPMR Autónomo recibió “un cargamento de 600 subametralladoras UZI en (tachado)”, pero no dio más detalles al respecto. Según detalla el informe de la CIA, “el miembro del Partido Comunista cree que el FPMR-A usará algunas de estas armas en acciones terroristas armadas, para probar que tienen tanta capacidad como el FPMR-P” (Partido).
Visto Bueno
Un nuevo cable de la CIA, del 25 de septiembre, asevera que –se entiende que en función de lo que señala su informante- el secuestro “fue coordinado y aprobado por el PCCH” y agrega que el blanco del plagio fue escogido porque Carreño “tenía acceso a cierta información que el PCCH estaba interesado en obtener”, lo que una vez más lleva a pensar en la vieja tesis de la venta de aviones, la ubicación de los arsenales e información más vinculada a esa área, que a la represión directa. Del mismo modo, se insistía en una idea que ya había aparecido antes: que si Pinochet sospechaba que Carreño había “cooperado” de algún modo con los secuestradores, “su vida estará en riesgo”.
Este documento además asevera que Carreño había sido miembro de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y que en tal calidad tenía conocimiento acerca del asesinato de Orlando Letelier y del intento de homicidio de Bernardo Leighton, aunque dicha información se asemeja mucho más al perfil del coronel Gerardo Huber, quien también trabajaba en FAMAE y que fue asesinado en 1992 en el Cajón del Maipo, por parte de miembros del BIE (Batallón de Inteligencia del Ejército). De hecho, en el listado que contiene los nombres de 1.500 agentes de la DINA, y que se filtró a principios de 2012, no aparece el nombre de Carreño, aunque sí el de Huber (respecto de su caso, existe una sentencia por homicidio que se puede consultar acá).
El cable culminaba citando a una fuente de Carabineros, que señalaba crípticamente, pero en concordancia con lo recogido por el DIA, que si Carreño no era liberado hacia el 27 de septiembre, “los miembros del FPMR en cautiverio del gobierno y afuera, serán objetivos de asesinato por parte del gobierno”.
Los desaparecidos
El carabinero que proporcionó dicha información a la CIA en Santiago sabía perfectamente de qué hablaba. Un documento de la Embajada de EEUU en Chile fechado el 10 de octubre da cuenta a Washington de lo que el policía había vaticinado: “cinco hombres chilenos fueron reportados como desaparecidos entre el 7 y el 11 de septiembre. En dos casos, testigos presenciales han dicho que los hombres fueron tomados en las calles del centro de Santiago y llevados lejos. Los tres restantes simplemente desaparecieron. Todos se ha reportado que son miembros del Partido Comunista, y han tenido problemas anteriormente con las fuerzas de seguridad”.
Este texto agregaba que todas las fuerzas de seguridad negaban cualquier conocimiento acerca del paradero de los desaparecidos, pero ya se rumoreaba que “los cinco están siendo retenidos por un grupo de extrema derecha o miembros de las fuerzas de seguridad como rescate por el coronel Carlos Carreño, quien fue secuestrado a principios de septiembre. Hay preocupación de que si Carreño aparece muerto, los cinco sean asesinados”.
A sangre fría
Aunque Carreño fue devuelto con vida, a los cinco frentistas desaparecidos no se les perdonó la vida. De acuerdo a la acusación fiscal dictada en 2010 por el ministro en visita Mario Carroza, las víctimas, Julián Peña Maltés, Alejandro Pinochet Arenas, Manuel Sepúlveda Sánchez, Gonzalo Fuenzalida Navarrete y Julio Muñoz Otárola, fueron plagiadas por orden del entonces director de la Central Nacional de Informaciones (CNI), Hugo Salas Wenzel, y recluidas en el cuartel Borgoño de la CNI, donde fueron torturadas e interrogadas no sólo por parte de la CNI, sino también por efectivos del Batallón de Inteligencia del Ejército, la misma unidad que años más tarde operó en el homicidio de Gerardo Huber.
El objetivo inicial, según estableció el ministro Carroza, era canjearlos, pero algo cambió los planes, por lo cual finalmente decidieron matarlos y arrojar sus cuerpos al mar, atados a durmientes de ferrocarril.
Lo que en Chile no sabían
Transcurridos poco más de 30 días desde el secuestro, la CIA se enteró de algo que era vital para el caso. Si lo transmitió o no a las autoridades chilenas, sólo ellas lo saben, pero al menos desde el punto de vista de la documentación, no existe constancia alguna, y es que según establece un memo de la CIA, fechado el 03 de octubre, a esas alturas los norteamericanos sabían lo que iba a pasar, pues de acuerdo a su fuente en el PC, Carreño seguía “detenido por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), y ha estado proveyendo importante información sobre las actividades políticas del presidente (Augusto Pinochet) durante los años pasados. Carreño (tachado) está cooperando con el FPMR y está dispuesto a salir en público con denuncias contra Pinochet”.
En medio de inmensos borrones, el documento precisa que “Carreño fue secuestrado por el ala disidente del FPMR. Este grupo disidente es liderado por José Miguel”, aludiendo a la chapa que utilizaba el líder máximo de la organización, cargo que en ese entonces ostentaba Raúl Pellegrín, asesinado al año siguiente tras el ataque que encabezó contra el poblado de Los Queñes.
El texto, muy tachado, dice muy poco más, pero su título indica de qué se trataba aquello que los censores estimaron poco adecuado que se conociera: “Deseo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) de sacar de Chile a coronel del Ejército secuestrado”. En síntesis, cuando aún faltaban a lo menos dos meses para que se cumpliera finalmente el plan de liberar a Carreño en otro país, la CIA ya tenía antecedentes sobre lo que podría suceder.
El PC y su ayuda en la salida
Avanzando ya noviembre, el 13, aparece un nuevo cable de la CIA que muestra el nivel de informaciones que manejaba su informante en el Partido Comunista, pues allí los hombres de la CIA en Santiago señalan que según su soplón, “el PCCH ha retomado contacto directo con los miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) que secuestraron y mantienen detenido al Teniente Coronel de Ejército Carlos Carreño. El PCCH le dijo al FPMR que está listo para asistirlo de cualquier modo para que el asunto se resuelva lo antes posible. El PCCH asistirá en conseguir sacar a Carreño del país o liberarlo en el país con el mayor efecto político posible”.
En este mensaje aparece también -por vez primera- Karin Eitel, la mujer que había sido sindicada como la autora del llamado en que el FPMR se reivindicó el secuestro. Según se entiende (debido a los borrones), el informante habría dicho a la CIA que “Eitel es miembro del FPMR y el contacto del FPMR con el padre Alfredo (Soiza), un cura argentino que el grupo está utilizando como mediador con la familia de Carreño”.
Regresando a la primera parte del cable, y de acuerdo a lo que los propios frentistas relatan en el libro “Operación Príncipe”, que relata el secuestro de Carreño, resulta evidente que la CIA estaba probablemente mejor informada sobre cuál sería el destino del oficial que los propios frentistas implicados en la operación, pues de acuerdo al texto, ello se concretó sólo un par de semanas después de que la CIA advirtiera que el PC se encontraba dispuesto a ayudar a sacar a Carreño del país, a fines de noviembre de 1987, cuando lo sacaron en un camioneta por el Paso de Agua Negra, frente a Elqui.
Rumores que no eran rumores
En un documento del 30 de noviembre, del Depto. de Estado, uno de los diplomáticos de la legación de EEUU en Santiago relata que José Ortiz, periodista de un servicio internacional de noticias, le había contado que el FPMR había emitido un comunicado sobre el secuestro, pero su difusión había sido prohibida por el tristemente célebre fiscal militar Fernando Torres Silva. No obstante, Ortiz comentó lo esencial del comunicado: “este reportero dijo que el coronel Carreño sería liberado en algún momento antes del 5 de diciembre, y el Frente está considerando, junto al coronel, la mejor forma y lugar para proceder a esta liberación sin poner en riesgo su vida”.
Por cierto, el hombre de la prensa no se equivocaba: “Carlos Carreño Barrera fue liberado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) Paulo, Brasil, el 2 de diciembre de 1987”, rezaba posteriormente un texto del Depto. de Estado que agregaba que, pese a todas las informaciones anteriores respecto de una suerte de connivencia o cooperación del coronel con el Frente, al ser liberado este “anunció a la prensa que es admirador del presidente Augusto Pinochet Ugarte, de quien cree que está haciendo un buen trabajo gobernando Chile”. Sin embargo, también comentó que “el FPMR es un grupo muy disciplinado y organizado”. No era lo único. El texto también regresaba al asunto de los cinco desaparecidos, y los mencionaba como tales entre comillas (“desaparecidos”), dudando de dicha calidad y acertando que “muchos observadores sospechan que están en manos de fuerzas de seguridad”.
El 9 de diciembre, el informante del Partido Comunista insistió ante los agentes de la CIA que Carreño había cooperado con el Frente y que había estado de acuerdo con ser liberado fuera de Chile. El texto recordaba que tras ser dejado en libertad, el oficial se dirigió hacia el diario O Estado de Sao Paulo, donde lo entrevistó un chileno que trabajaba allí en aquel entonces, Cristian Bofill, actual director de La Tercera y panelista de Tolerancia Cero, quien fue autor de la única entrevista que se le ha realizado a Carreño.
En ella, Bofill aseveró que “Carreño exhibió gran nerviosismo cuando salió desde el aeropuerto de Sao Paulo en la mañana del 3 de diciembre, a través de un avión militar chileno que fue enviado a buscarlo”. De acuerdo al redactor del informe, “Bofill contrastó el nerviosismo de Carreño con la sonrisa que exhibió cuando llegó a la oficina del diario y agregó que esa sonrisa de a poco se esfumó después que Carreño estuviera en contacto con diplomáticos chilenos en Sao Paulo y oficiales del Ejército chileno en Santiago”. El cable también señalaba que tras su arribo a Pudahuel, el militar fue internado en el Hospital Militar, donde Pinochet dijo que iba a ser “profundamente estudiado”.
El montaje contra Carreño
Luego que Carreño fuera internado, apareció en “televisión nacional, en una bien orquestada entrevista desde su cama del hospital”, según otro informe del Departamento de Estado, que precisaba que el mismo programa culminaba “con una entrevista con Karin Eitel, quien fue arrestada por su supuesta participación en el secuestro”. A esas alturas, Eitel llevaba ya cuatro semanas incomunicada y había sido sometida a fuertes torturas, las que intentaron ocultar maquillándola, pero “su rostro maltratado en la TV, admitiendo que era miembro del FPMR y haber participado en el secuestro, ha provocado agudas condenas por parte de los líderes de Derechos Humanos”.
Luego de ello, en un documento titulado “planes del FPMR para el remanente de 1987”, se lee que uno de sus informantes, probablemente el que estaba dentro del FPMR, les dijo que “José Miguel ha ordenado que el FPMR/A planee una serie de actividades terroristas para lo que queda de 1987, culminando con un intento de asesinar a un alto oficial del Ejército, a fines de diciembre”. En función de ello, había ya tareas de seguimiento respecto del blanco, y se señala que el plan buscaba “atentar desde un vehículo en movimiento, cuando el oficial y sus guardaespaldas estén en la calle”, información que a la luz de lo ocurrido con Carreño y el intento de asesinato en contra de Augusto Pinochet, representaban “una amenaza creíble”, según la CIA.
Hasta donde existen antecedentes, no se sabe de ningún alto oficial del Ejército chileno asesinado bajo esa metodología en esa fecha.
En otras palabras, no hay cómo saber cuán cierto fue aquello, lo que también se aplica a la información contenida en otro documento, el último de esta serie, fechado el 16 de diciembre de 1987, y que cuenta que un informante (que se entiende tenía alguna relación con el Ejército) dijo a los hombres de la CIA en Santiago que “los interrogatorios al teniente coronel Carlos Carreño Barrera han entregado asombrosa información. Dijo, bajo interrogatorio, que él cooperó en pleno con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez” y confirmó también que había cooperado con ellos en su “exfiltración” desde Chile.
Todo ello, agrega el documento, implicó que “los más altos niveles del Gobierno de Chile, incluyendo al presidente Augusto Pinochet Ugarte, están extremadamente molestos con la cooperación de Carreño con el FPMR mientras estaba en cautiverio”… y alguien, cuyos datos están borrados, “estaba intentando involucrar a Carreño en una investigación en curso sobre tráfico de drogas en el norte de Chile”.
Como comentario, el redactor del informe decía que “esta sería la primera vez que el Gobierno de Chile considera calumniar a un oficial de Ejército alegando que este estaba involucrado en actividades ilegales”.
La Agencia Central de Inteligencia de EEUU reanudó sus informaciones sobre el grupo suversivo con un informe relacionado al inicio de “La Guerra Patriótica Nacional”, la estrategia con la cual el FPMR-A pretendía iniciar guerrillas rurales y que se quería implementar luego del plebiscito del 5 de octubre de 1988.
De acuerdo al texto, el Frente Autónomo inició su nuevo plan el 21 de octubre, con ataques a los retenes de Carabineros de Los Queñes y Pichipeullahén, en la precordilleras de las regiones Séptima y Novena, respectivamente. El informe precisaba que –como ocurrió- estaban planeando “otros ataques en el sur de Chile y en zona de los indios mapuches en la Novena Región”.
El mismo paper afirmaba que la intención era “establecer focos de guerrilla en las montañas de la Octava y Novena Regiones”, agregando que del ataque a Los Queñes, la única víctima fatal había sido el cabo Juvenal Vargas, a quien erróneamente identifican como teniente segundo (grado que no existe en Carabineros). Cabe mencionar que allí también fue ejecutado el líder máximo del FPMR, Raúl Pellegrín, junto a su pareja de ese momento, Cecilia Magni.
Raúl Pellegrín
Para los analistas de la CIA, “no hay explicación hasta el momento de por qué el FPMR/A decidió perseguir la táctica de establecer focos de guerrilla en el sur de Chile, pero hay varias explicaciones plausibles: El FPMR/A puede ser abastecido más fácilmente en el sur, debido a las rutas de infiltración en la frontera montañosa con Argentina; el FPMR/A quizá crea que puede atacar más fácilmente a unidades militares aisladas en el sur de Chile que en vez de hacerlo contra grandes instalaciones en las ciudades importantes; el FPMR/A quizá quiere expandir su membresía y bases de apoyo, especialmente entre los mapuche; ellos quizá se sientan más capaces de emprender una estrategia de “guerra popular prolongada” desde el campo, donde los intentos de las fuerzas de seguridad chilenas por infiltrarlos serán más difíciles; el FPMR/A quizá desee trabajar junto a la facción del FPMR que aún permanece aliada al Partido Comunista de Chile (PCCH) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Ambos, el FPMR y el MIR, poseen una fuerte presencia en Concepción”.
Capa y Espada
A mediados de 1989 el FPMR Autónomo inició su campaña “Capa y Espada”, un serie de ejecuciones selectivas que cobrarían varias vidas y que se inició con el homicidio de Roberto Fuentes Morrison, más conocido como “El Wally”, uno de los más feroces integrantes del Comando Conjunto.
El 9 de junio de 1989, según especifica un cable de la CIA, Fuentes Morrison “fue ejecutado por su rol en las torturas y asesinato de civiles en los años posteriores al golpe de 1973 y por otras violaciones a los Derechos Humanos”.
El FPMR-A, decía el documento, estaba planificando otras ejecuciones semejantes contra ex integrantes de la CNI o la DINA y la información era correcta. A la lista de los frentistas, al año siguiente, se integrarían Luis Fontaine, el ex director de la Dicomcar, la unidad de Carabineros responsable del degollamiento de tres profesionales comunistas en 1985 y, luego, en 1990, intentarían asesinar al ex integrante de la junta militar Gustavo Leigh, secuencia que culminaría en 1991 con los homicidios del médico de la CNI Carlos Pérez Castro y su esposa, Anita Schlager, y posteriormente con el crimen del senador Jaime Guzmán.
El documento agregaba un dato intrigante: “los únicos civiles que serán objetivo son aquellos con lazos con la CNI y otras organizaciones represivas, e informantes. (Borrado) un contador que fue recientemente asesinado por el FPMR/A había sido in informante en el grupo. Comentario: (borrado) no identificó al informante”.
Bien informados, los hombres de la CIA culminaban indicando que si bien existían especulaciones en orden a que el crimen de Fuentes Morrison podía ser responsabilidad de la derecha, en este caso no había dudas al respecto, pues incluso así lo creían fuentes de la Vicaría de la Solidaridad.
Patricio Aylwin llevaba ya 11 días gobernando, el 21 de marzo de 1990, cuando se produjo un nuevo encuentro entre la CIA y un integrante del FPMR que, se entiende, pertenecía a la facción leal al PC, pues el documento parte indicando que miembros de este estaban buscando contactos con los Autónomos, con el fin de crear un nuevo grupo, debido a varias expulsiones que se habían producido en el Partido Comunista, por lo cual también estaban considerando una fusión con la facción Aguiló del MIR y con el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL), lo que efectivamente sucedió cuando se creó la Coordinadora Subversiva Popular, de efímera vida 1991.
Pero eso no era lo más interesante, sino que “el miembro del FPMR dijo que su grupo estaba intentando recuperar armas localizadas en un arsenal en la ciudad de Temuco, en la Novena Región. Este contiene lanzadores de cohetes RPG-7 y cohetes, subametralladoras checoslovacas y fusiles de asalto M-16. El miembro del FPMR también hizo referencia a otro arsenal que dijo está intacto”. Agregaba que el grupo esperaba reclutar unos 30 miembros, enfrentando como primera tarea “luego de obtener las armas, conseguir fondos por medio de robos armados”.
El último documento que da cuenta de la infiltración de la CIA hacia el grupo es del 27 de marzo de 1990, y relata –como pasó- que los autónomos estaban “determinados a continuar sus acciones militares tanto como Augusto Pinochet permanezca como comandante en jefe del Ejército”.
El informe indicaba también que los subversivos “creen que nada sustantivo cambiará bajo el gobierno de Patricio Aylwin Azócar en varios males sociales, políticos y económicos, que el FPMR/D cree deben ser rectificados en el futuro inmediato. El FPMR/D cree que Pinochet ha establecido un gobierno paralelo que prohibirá a Aylwin actuar efectivamente. Por dicha razón, (borrado) el FPMR/D mantiene su intención de asesinar a Pinochet”.