Situado
en la costa del océano Pacífico en Sudamérica,
Chile es un largo y estrecho país, que limita al norte con
Perú, al este con Bolivia y Argentina, y al oeste y sur con
el mar.
Con una extensión de 756.096 Km cuadrados,
Chile posee aproximadamente 14.7 millones de habitantes,
de los cuales 4.3 millones se concentran en la
capital del país, Santiago. Se considera
que un 80% de la población es urbana.
Políticamente,
Chile se divide en 12 regiones más la
Región Metropolitana, incluyendo también gran parte
del territorio Antártico.
La
lengua oficial de Chile es el español, y su
moneda el peso chileno. La población es mestiza,
mezcla de europeos e indígenas, cuyas tradiciones aún
se perciben en algunas partes del país. La tasa de alfabetismo
es de 94%, sobresaliendo como una de las más altas de Latinoamérica.
Por otro parte, cerca del 90% de los chilenos son católicos
romanos, existiendo libertad de culto.
Los chilenos son personas amigables y hospitalarias
con los extranjeros. La economía en Chile se ha mantenido
estable, y la policía es confiable. Todo lo cual, sumado
a la belleza de sus paisajes, hacen de este país un destino
muy atractivo para visitar.
La
ciudad de Santiago
Santiago
está dividida en 32 comunas administradas por sus respectivas
municipalidades. El centro de Santiago es donde están las
oficinas principales de los bancos, así como las dependencias
del gobierno. Las empresas comerciales se están desplazando
hacia el oriente de la ciudad, a las comunas de Providencia, Vitacura
y Las Condes. La mayoría de los hoteles, zonas bancarias
y de entretenimiento están localizadas en estas comunas.
La zona industrial de Santiago, está ubicada en el norte
y norponiente de la ciudad, en las comunas de Quilicura, Huechuraba
y Pudahuel. Los sectores Sur y Poniente son principalmente residenciales.
Chile
CENSO 2002
Es
probable que pocas veces en la historia de Chile, nuestro país
haya experimentado tantas transformaciones como en estos últimos
diez años. La velocidad y tendencia de estos cambios son
congruentes
con las características del mundo moderno.
Sería
muy largo entrar aquí a los detalles, pero algunos de los
cambios más impactantes son los que dicen relación
con la estructura
demográfica, las condiciones de vida, la educación
y el acceso a
tecnología.
Entre
el Censo de 1992 y el Censo del año 2002, en cifras absolutas,
el país aumentó su población en 1.768.034 personas
con lo que la
población de Chile llegó a 15.116.435 personas, de
las cuales, 50,7%
son mujeres y el 49,3% son hombres.
De
acuerdo con estas cifras, Chile presenta la tercera menor tasa de
crecimiento demográfico de América Latina y comienza
a acercarse
aceleradamente a las tasas de crecimiento del mundo desarrollado.
En
el decenio 1982-1992, la población de Chile creció
a un ritmo
promedio anual de 1,6%. En la última década, el incremento
anual bajó
a 1,2%.
La
distribución por regiones de la población chilena,
muestra muy
leves diferencias con respecto a 1992. La Región Metropolitana
concentra el 40,1% de la población total.
El
avance de la transición demográfica de la población
chilena se
reafirma con los resultados del Censo del año 2002. Así,
mientras en
1992, la población menor de 15 años representaba un
29,4%, en el 2002
es 25,7%. En tanto, las personas de 60 años o más,
aumentaron de
9,8% a 11,4% en el año 2002.
La menor fecundidad, unida a la mayor sobrevivencia de la población,
han producido cambios importantes en la estructura por edad que
se
observa en la pirámide.
También
se registran cambios en la distribución de la población
urbana y rural. En 1992, un 83,5% de la población vivía
en áreas
urbanas, porcentaje que alcanzó un 86,6% en el año
2002. El mundo
rural comprende solamente el 13,4% del total de la población
chilena.
En
relación a los hogares, en los últimos diez años
se observa una
tendencia descendente en su tamaño. Mientras en el Censo
de 1992 el
promedio de un hogar era de 4 personas, en el 2002 la media es de
3,6 personas.
Aunque
el hogar con jefatura masculina sigue siendo el mayoritario -
el 68,5% de los hogares - la jefatura de hogar femenina aumentó
con
respecto a 1992 en 6,2 puntos porcentuales, avanzando de 25,3% en
1992 a 31,5% en el 2002.
En
relación a la composición étnica de la población
chilena, en el
Censo del 2002, el 4.6 % de la población, que alcanza las
692 mil 192
personas, declaró que pertenece a algún grupo étnico.
De éstos, el
87,3% lo constituyen los mapuches, es decir, 604 mil 349 personas.
Estas cifras no son directamente comparables con las del Censo de
1992, debido a que en la cédula censal del 2002 se modificó
la
pregunta respectiva para hacerla consistente con las especificaciones
de la Ley Indígena. Se pasó del concepto de identificación
con "culturas" al de pertenencia a alguna de las ocho
etnias que
señala dicha ley, en lugar de las tres por las que se consultó
en
1992.
Respecto
al estado civil o conyugal de la población, la categoría
casado/a se mantiene como predominante, aunque descendió
su
porcentaje de 51,8% en 1992 a 46,2% en el año 2002. Los solteros
y
viudos mantienen casi los mismos porcentajes entre ambos censos,
las
categorías separados y, en especial, conviviente o pareja,
experimentan un alza importante.
De
acuerdo al Censo del año 2002, la religión católica
concentra el
70% de la población de 15 años o más. Le sigue
la evangélica, con el
15,1%.
MEJORAN
LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA POBLACIÓN
El
Censo del año 2002 muestra cambios muy positivos en los diversos
factores que inciden en las condiciones de vida de la población
de
Chile.
Comenzando
por la educación, se destaca un cambio importante en el
nivel de instrucción: el capital humano se enriquece, gracias
a que
hay más años de escolaridad de los chilenos y chilenas.
El alfabetismo de la población continúa ascendiendo:
en el 2002, el
95.8% de la población de 10 años o más está
alfabetizada. En
comparación con los resultados del Censo de 1992, la población
alfabeta ha experimentado un aumento de 1,2 puntos porcentuales
a
nivel nacional, el que se descompone en un ascenso de 1 punto para
hombres y 1,3 puntos para mujeres.
En
el período intercensal la población alfabeta del área
rural
aumentó significativamente en 3,2 puntos porcentuales.
Por
otra parte, se ha producido un aumento muy significativo en el
nivel de instrucción de la población. El Censo del
2002 consigna que
la instrucción en el nivel prebásico casi se duplicó
con respecto a
1992, aumentando de 289.680 personas a 571.096.
En
el otro extremo, es decir, en la educación superior, el porcentaje
de población que ha cursado estudios en este nivel, ascendió
de
1.072.198 personas en 1992 a 2.284.036 personas en el 2002,
equivalente a un avance del 9% a 16,4%.
De acuerdo a lo anterior, el promedio de escolaridad de la población
de Chile, viene experimentando un sostenido ascenso: en 1982 era
de
6,3 años; en 1992 era de 7,5 años y en el 2002 alcanzó
a 8,5 años
promedio de estudio.
Al
examinar la población joven –entre 15 y 29 años-
se observa un
particular aumento de la escolaridad media de este grupo de edad
entre 1992 y 2002. Por ejemplo, los jóvenes de 20 a 29 años
han
aumentado su escolaridad de 10,4 a 11,4 años de estudios.
Este
hecho se refleja también en el incremento de la escolaridad
media de la población de 15 años o más ocupada,
que asciende de 9,2
años de estudio en 1992 a 10,5 años en el 2002.
Resulta
significativo que las categorías ocupacionales que albergan
a
profesionales, científicos, intelectuales y técnicos,
entre 1992 y
2002 han mostrado un gran incremento: en 1992, existían 506.141
personas en estas categorías; cifra que en el 2002, más
que se
duplicó, llegando a 1.137.054 personas.
Con respecto al número de viviendas, éste experimentó
un notable
aumento en la última década.
El
tipo de materiales de construcción de las viviendas ha variado,
dando paso a viviendas más sólidas y permanentes.
Entre 1992 y
2002 , las mejoras y mediaguas representaban el 8% del total de
viviendas particulares ocupadas. En el año 2002 este porcentaje
descendió al 3,3%, lo que significa una disminución
de este tipo de
viviendas, del 47,7%.
En
1992 el 68,3% de las viviendas eran de propiedad de quien las
habitaba. En el 2002 ese porcentaje subió a 72,5%. De ellas
el 72,8%
están pagadas totalmente y un 27,2% está siendo pagadas
a plazo.
Disminuye
el número de personas por pieza destinada exclusivamente
para dormir, en especial, de aquellas que presentaban una mayor
situación de hacinamiento. El grupo de mayor carencia, es
decir, el
constituido por más de 4 personas por pieza disminuyó
desde un 25,2%
en el año 1992 al 12,9% en el año 2002.
Según
el Censo del año 2002, el 96,1% de las viviendas ocupadas
del
país tiene acceso a energía eléctrica y el
91,0% cuenta con agua
potable, ambos provenientes de red pública. Esto representa
un
incremento del 20,8% en relación a las viviendas que cuentan
con
energía eléctrica y del 25,9 % de las que cuentan
con conexión a agua
potable.
En
el área rural, las viviendas que cuentan con alumbrado eléctrico
pasaron del 53,1% en 1992 al 85,7% en el 2002.
Considerando
el acelerado avance tecnológico, el Censo del 2002
consultó sobre el acceso de los hogares a las nuevas tecnologías,
es así como hoy
20,5 % de los hogares chilenos cuenta con computador
23,9% dispone de televisión por cable o satelital y
10,2% posee conexión a Internet
Estos
datos colocan a Chile en un clara posición de liderazgo,
ya no
a escala Latinoamericana, sino entre los países emergentes
del mundo.
El
Censo del 2002 muestra el notable incremento del equipamiento en
el hogar ocurrido en la última década:
La
posesión de videograbadoras, minicomponentes o equipos de
alta
fidelidad y teléfono de red fija se ha duplicado en el decenio
1992-
2002;
Los hogares que cuentan con televisión a color aumentaron
de 52,6% a
87,0%;
Los que tienen lavadora, del 48,2% al 78,8%;
refrigerador, del 54,6% al 82,1%;
horno microonda, del 4,2% al 30,0%.
Los hogares que cuentan con al menos un teléfono celular
pasaron del
1% al 51%;
Se
ha constatado que la cantidad de hogares que dispone de al menos
un vehículo para su uso particular (sin considerar los vehículos
de
trabajo), aumentó significativamente entre 1992 y 2002, pasando
de
44.9% a 59.4%.
Como se ha podido apreciar, Chile enfrenta los desafíos del
siglo XXI
con un capital humano y social acrecentado. Y al observar este país
real, es posible vislumbrar algunos rasgos de lo que será
el Chile
del Bicentenario.
Como Instituto Nacional de Estadísticas sentimos hoy la satisfacción
de haber cumplido con la tarea encomendada: realizar el XVII Censo
Nacional de Población y VI de Vivienda y entregar los resultados
en
la fecha en la que nos comprometimos con el Presidente de la
República y, a través suyo, con todos nuestros compatriotas.
Al
terminar quiero agradecer a los cerca de 400 mil censistas,
especialmente a los estudiantes, a los profesores, a los
funcionarios públicos, municipales y a los del INE, y a los
miembros
de las Fuerzas Armadas y de Orden, que trabajaron duramente para
cumplir con esta tarea.
Lo que se ha expuesto acá es sólo una pequeña
muestra de la rica y
variada información que el Censo entrega. Los sectores público,
privado, académico y la ciudadanía en general, contarán
a partir de
este momento con esta información para cumplir con las tareas
que les
competen. Es la radiografía de un país que se ha insertado
en el
concierto de las naciones del mundo con esfuerzo y perseverancia,
para forjarse un futuro promisorio.
Se
busca a Dios
Casi un millón de chilenos se declararon ateos, agnósticos
o sin religión en el Censo 2002, un 50% más que hace
una década. Esta rebelión contra los dogmas eclesiásticos
la lidera un grupo de jóvenes, con altos niveles de educación,
que han roto lazos con las instituciones religiosas para vivir, sentir
y pensar lo divino a su manera.
Leyla Ramírez La Nación
"No me interesa ser parte de ninguna iglesia, pues siento que
ellas manipulan la fe de los creyentes y la imagen de Dios para su
propio beneficio. Creo en Dios, pero también creo en el poder
del hombre para forjar su propio destino. No me parece que Dios sea
un ser castigador, sino al contrario, alguien comprensivo y amistoso
y por eso mis valores no están determinados por mi temor a
él, ni mi interés por “irme al cielo”, sino
por lo que a mí me reconforta como ser humano, a mi deseo de
justicia y a mi cosmovisión de un mundo más solidario”,
dice Catherine Rodríguez , estudiante de licenciatura en historia
(20 años) y parte del casi millón de chilenos que se
declaró sin religión, ateo o agnóstico en el
último Censo 2002.
Ella
proviene de una familia católica, estudió en un colegio
católico, incluso hizo la primera comunión, pero a
medida que crecía comenzó a encontrar “serias
contradicciones entre el discurso de la Iglesia” y la imagen
de lo divino que ella tenía.
Esta
forma de vivir la religiosidad fuera de las estructuras convencionales
y “bajo una mirada individual” es un fenómeno
que ya experimentó Europa y que en Chile comienza a instalarse
a medida que se convierte en un país con mayores niveles
de educación y con un mejor nivel cultural. Una imagen más
del “nuevo chileno”, quien con una visión más
crítica respecto a las instituciones de todo orden, se rebela,
incluso en el plano religioso, a los paradigmas establecidos. Pero
también da cuenta de una nueva ética, donde las soluciones
inmediatas y no de largo plazo, ganan terreno.
Si
se compara la cifra arrojada por el último Censo (8,3%),
con el de 1992 (5,8%), se observa un aumento de casi un 50% en el
grupo que se declara ateo, agnóstico o “sin religión”,
siendo este último segmento el que adquiere mayor relevancia
en el salto porcentual. Un hecho que no es menor, ya que marca una
tendencia a futuro puesto que el sector etáreo que más
se identifica con esta clasificación son los jóvenes
entre 15 y 29 años y con un buen nivel educacional.
Se
agotan los dogmas
Según
el sociólogo en religión y teólogo Humberto
Lagos, el aumento de este grupo a un 8,3% corresponde mayoritariamente
a los que no se suscriben a religión alguna. “Haciendo
una proyección uno podría decir que más del
50% de este 8,3% se compone por los que se denominan “sin
religión”. Es decir, gente que es creyente, pero que
no reconoce pertenencia a ningún estamento de este tipo”.
El
planteamiento de Lagos se basa en que, en encuestas anteriores,
los ateos propiamente tales no superaban el tres por ciento.
Para
el sociólogo esto demuestra un cambio en la conducta y percepción
religiosa muy importante. “Estas cifras me hablan de una fuerte
oposición respecto a las exigencias conductuales de tipo
religioso. Y uno puede presumir que el fenómeno irreligioso
seguirá creciendo, especialmente en cuanto a una menor asiduidad
a prácticas cúlticas”.
A la
vez, plantea que el hecho que los jóvenes con educación
sean los principales integrantes de este segmento muestra un cambio
generacional en la forma de enfrentar lo sagrado y un problema en
el diseño pedagógico del discurso religioso. “Gran
parte de estos jóvenes proviene de una fuente religiosa que
se agotó para ellos. Un buen ejemplo es el valor de la sexualidad.
Tradicionalmente dentro de lo religioso la virginidad es un valor
y eso hoy ha retrocedido de manera fundamental. Así mismo
el tema de la homosexualidad, que, desde el punto de vista cristiano,
es considerado negativamente. Hoy hay cambios en los sentidos de
“tolerancia”, de aceptación de ciertos comportamientos
que entran en colisión con lo que se exigía como conducta
ética a los miembros de determinados grupos religiosos”.
Indiferencia
y satisfacción instantánea
Arturo
Chacón, sociólogo en religión y docente de
la Universidad de Chile sostiene, por su parte, que este crecimiento
responde a la falta de interés de sentirse ligado a una organización
religiosa en particular, lo que no significa que no se sigan explorando
aspectos relacionados con lo sagrado. “Lo veo en mis alumnos
de la universidad que no quieren saber nada con ninguna Iglesia,
pero sí tienen curiosidad por lo que significa la religión
como tal, o sea, no se ha perdido ese interés por la dimensión
religiosa”, dice.
Respecto
a los discursos universales, Chacón dice que las cifras están
diciendo que no se aceptan los discursos de carácter universal
que no se ajustan a la realidad. “Eso naturalmente produce
una desazón muy grande e indica que posiblemente los discursos
deben cambiar”.
Sin
embargo, Chacón no sólo ve crítica y cuestionamiento
en este grupo, sino también un sesgo de indiferencia personal
-alimentada por la falta de respuestas para estos jóvenes
en las organizaciones religiosas- y una marcada tendencia a buscar
una satisfacción instantánea. “Las organizaciones
religiosas no ofrecen satisfacción instantánea, sino
que enfocan las cosas desde el punto de vista valórico de
la disciplina, de la perseverancia, de seguir adelante a pesar de
las caídas y parece que no hay interés en ese tipo
de experiencia. Estos chicos andan buscando más bien alguna
palabra o gesto que les diga que están al otro lado y punto,
que se acabó el problema. Creo que algo de eso hay”,
dice Chacón.
Una
nueva ética
Este
fenómeno se explica, según Lagos, por un cierto incentivo
social a romper con las normas tradicionalmente aceptadas, lo que
hace que surja una especie de nueva ética, especialmente
entre la gente joven. Ello, por cierto, también cambia el
concepto de pecado, puesto que hay una ética de oposición
a aquello que era normalmente exigible y que nunca había
sido cuestionado.
Lo
que le llama la atención a este sociólogo es que,
pese a esto, la imagen de Dios siga presente. “Ellos no tienen
una lectura del Dios castigador, del Dios que les dice que no. Es
frecuente que los jóvenes te digan: yo no hice nada para
ser sexuado y me parece absolutamente irracional que un Dios que
me otorga un sexo me castigue porque yo uso aquello que no pedí
tener”. Hay cierta racionalidad en el discurso y piensan más
en el Dios de la misericordia, en el Dios amoroso y que perdona.
Dios
a mi medida
Las
nuevas fórmulas teológicas dan cabida a una divinidad
que nos deja en libertad para vivir como nosotros queramos. “Mucha
gente intelectual y educada es creyente, pero tiene un acercamiento
a lo religioso más crítico, menos incondicional, con
lecturas de orden teológicos que muchas veces se alejan de
aquellas interpretaciones tradicionales”, dice Lagos.
Este
fenómeno está preocupando a los credos religiosos
más importantes, como el católico y el evangélico.
Si bien se presume que la gran fuga de fieles pertenece al primer
grupo –que bajó sus cifras de pertenencia en el Censo-
también afecta a las iglesias evangélicas, donde los
jóvenes instruidos también optan por no tener una
práctica determinada.
¿Crisis
de las instituciones, desgaste de los discursos, rebelión
crítica o comodidad, indiferencia y flexibilidad ética
y a la medida de cada cual? La respuesta puede ser una o todas las
anteriores. Lo que está claro es que una parte importante
de nuestra población joven simplemente no encuentra respuestas
coherentes ni convincentes en las entidades religiosas, en uno de
los países más creyentes del mundo. Algo que da para
pensar.
Dios:
la negación y la duda
El
ateísmo doctrinal es la negación del fenómeno
religioso en cuanto a creencia en Dios, al origen divino y a la
trascendencia. “No creo que en el mundo haya nada mágico,
ni omnipotente, ni eterno, ni todopoderoso. Nada a lo que haya que
adorar, ni agradecer, ni pedir perdón. Uno es lo que quiere
ser y hacer de si mismo. Dios no existe”, asegura Mauricio
(22), comunicador audiovisual que se declaró ateo en el último
Censo.
Muy
similar piensa Patricio (30), periodista, quien considera a Dios
como una más de las tantas supersticiones a las que recurre
el hombre en momentos críticos. “Cuando estoy mal envidio
un poco a los creyentes que tienen a este ente en quien apoyarse.
Yo recurro a los amigos o a un sicólogo. En general soy bastante
escéptico con todo”, dice.
Los
agnósticos, en tanto, reconocen principios creacionales,
pero estos no tienen que ver con los propuestos tradicionalmente.
Lagos explica que un agnóstico puede creer en la teoría
del Big Bang y al mismo tiempo reconocer que hay un orden, un sentido
y un origen creacional inteligente, sin ligarlo a un concepto religioso
tradicional.
En
estricto rigor no son ateos, sino que tienen su propia forma de
aproximarse al misterio de lo humano. “Vengo de una matriz
valórica cristiana, pero me he ido desligando de eso, integrando
otras visiones de cómo veo lo sagrado. No creo que importe
si Cristo existe o no, pero pienso que su mensaje es bueno, así
como acepto que existe el bien y el mal. Sin embargo no creo que
la fe, en ese esquema, sea algo esencial ni gravitante.”,
dice Juan Pablo, estudiante de licenciatura en comunicación
social de la Universidad Católica y agnóstico.