Nicanor Parra se reinventaba asimismo con vicio, competía con la antipoesía y se convertía en un artefacto si la situación lo ameritaba. Toda la realidad y su surrealismo, la ficción, lo que estuviera a su alcance lo introducía al caldero de las palabras a y a su vida. ¿Por què no fue actor? No lo sabemos. Hombre de performances continuas, infinitas, convertía a la realidad en un pobre subproducto de sus actos.
Esta es una historia larga a principio de los setenta, es Parra a todo color, en una entrevista kafkiana que nunca se hizo y armè muchos años después a miles de kilómetros de La Reina, Chile, con toda la veracidad del caso, bajo los efectos del personaje, la atmósfera vivida y la poesía chilena en su contexto. Ha sido un viaje también al intenso mundo parriano, al interior de su montaña rusa, aunque nadie en la fecha de esta fallida entrevista llegaría a pensar que el personaje se sobreviviría hasta los 103 años.
Estas son notas postparrianas a un viejo encuentro y a sus días finales, cuando el antipoeta yace en Las Cruces. Estas notas hablan también del amor de los poetas no solo de Parra, Neruda, Huidobro De Rokha, que estremecieron sus vidas y amenzaron con hundirlas en un dulce naufragio.
“Sin amor, la poesía viaja en círculo, se muerde su propia cola. Lagarto de su propio pantano, no tiene mucho sentido para el poeta mirarse al espejo en off. Los poetas quieren sentir el lecho caliente, la humedad insondable, el fruto púber palpable del pozo de estrellas y algo más que las nostalgias amarillas del pasado”.
Aquí abrimos parte de la Caja de Parrandora, la historia siempre tiene y tendrá la última palabra.